Historia


Historia de Villafranca de Córdoba

La situación de Villafranca, al pie de Sierra Morena y junto al río Guadalquivir, ofrece un lugar idóneo para la ocupación humana. En lo que hoy ocupa su territorio se han encontrado hachas neolíticas y restos cerámicos superficiales de la Edad del Bronce y de la época ibérica.

La proximidad de la Vía Augusta que trascurría por las inmediaciones de la ermita de La Soledad y paralela al río Guadalquivir tuvo que favorecer el poblamiento de la zona. Los materiales del período romano que han aparecido son inscripciones funerarias, una pequeña necrópolis en la finca “Los Linares” y sólidas cimentaciones de estructuras agrícolas.

Tras la ausencia de datos de la época musulmana se cita por primera vez la aldea de Cascajar en la época de la reconquista. Este topónimo se debe a la abundancia de sedimentos detríticos de su subsuelo o al cascajo emergente de un vado del Guadalquivir, cercano a la población.

El proceso de señorización de El Cascajar lo inicia en 1358 Don Martín López de Córdoba, alcalde mayor de Córdoba y Camarero del rey Pedro I de Castilla. Un año más tarde, este monarca otorga a Don Martín un privilegio para que pueda poblar el lugar con 50 vecinos y que en adelante se llame Villafranca, por la exención de impuestos que tendrían sus habitantes.

Después de la trágica muerte de Don Pedro, el nuevo rey ordena el ajusticiamiento de don Martín, por lo que Villafranca pasa al patrimonio real hasta 1377 en que la cambian a la Orden de Calatrava por los lugares de Cogolludo y Loranza, en los obispados de Sigüenza y Toledo respectivamente.

A mediados del siglo XVI con la incorporación de Villafranca al marquesado de Priego, la villa va a depender de uno de los señoríos más importantes de Andalucía. Este significativo hecho para la vida de la localidad se produce en 1549, por la compra que efectúa Doña Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Priego, condesa de Feria y señora de la Casa de Aguilar. A comienzos del siglo XVIII, la localidad se vincula a la Casa de Medinaceli al heredar esta familia el marquesado de Priego.

Durante la Edad Moderna la economía de Villafranca se basa en el sector agropecuario. Dentro de las actividades artesanales destaca la fabricación de agujas, que alcanza tanta importancia que el pueblo es conocido por Villafranca de las Agujas.

Entre los siglos XVI y XVIII adquiere gran protagonismo la religiosidad popular, las devociones locales se centran en la Inmaculada Concepción a la que erigen patrona en 1651, a raíz de un brote epidémico; Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Remedios. En 1724 nombran a San José patrono de la villa.

Durante los dos últimos siglos Villafranca sufre la inestabilidad política de la época. A mediados de la centuria decimonónica se produce una crisis demográfica como consecuencia de las epidemias y hambrunas que padecieron sus gentes. A partir de 1900 se inicia una lenta recuperación interrumpida por la Guerra Civil. En 1989 tiene lugar un tímido ascenso, contando en la actualidad con 3748 habitantes.

Actualmente la economía de la localidad se basa en la agricultura, especialmente de regadío, en la fabricación de muebles de cocina que dan ocupación a un buen número de villafranqueños y en un incipiente sector turístico (parque acuático, camping, restauración, etc).

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